viernes, 18 de mayo de 2012

ROMANCERO

PRIMERA VERSIÓN
ROMANCE DE GERINELDO

Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta donde estaba en el castillo.
—Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido.
—¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo?
—Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido.
—Gerineldo, Gerinaldo, mi camarero pulido;
si me andas en traición, trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido,
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar, mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada, entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
—Recordados, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.
SEGUNDA VERSIÓN
ROMANCE DE GERINELDO Y LA INFANTA

—Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido,
quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido.
Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo.
—Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo.
—No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.
—¿Y cuándo, señora mía, cumpliréis lo prometido?
—Entre las doce y la una que el rey estará dormido.
Media noche ya es pasada. Gerineldo no ha venido.
«¡Oh, malhaya, Gerineldo, quien amor puso contigo!»
—Abráisme, la mi señora, abráisme, cuerpo garrido.
—¿Quién a mi estancia se atreve, quién llama así a mi postigo?
—No os turbéis, señora mía, que soy vuestro dulce amigo.
Tomáralo por la mano y en el lecho lo ha metido;
entre juegos y deleites la noche se les ha ido,
y allá hacia el amanecer los dos se duermen vencidos.
Despertado había el rey de un sueño despavorido.
«O me roban a la infanta o traicionan el castillo.»
Aprisa llama a su paje pidiéndole los vestidos:
«¡Gerineldo, Gerineldo, el mi paje más querido!»
Tres veces le había llamado, ninguna le ha respondido.
Puso la espada en la cinta, adonde la infanta ha ido;
vio a su hija, vio a su paje como mujer y marido.
«¿Mataré yo a Gerineldo, a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta, mi reino queda perdido.
Pondré mi espada por medio, que me sirva de testigo.»
Y salióse hacia el jardín sin ser de nadie sentido.
Rebullíase la infanta tres horas ya el sol salido;
con el frior de la espada la dama se ha estremecido.
—Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío,
la espada del rey mi padre entre los dos ha dormido.
—¿Y adónde iré, mi señora, que del rey no sea visto?
—Vete por ese jardín cogiendo rosas y lirios;
pesares que te vinieren yo los partiré contigo.
—¿Dónde vienes, Gerineldo, tan mustio y descolorido?
—Vengo del jardín, buen rey, por ver cómo ha florecido;
la fragancia de una rosa la color me ha devaído.
—De esa rosa que has cortado mi espada será testigo.
—Matadme, señor, matadme, bien lo tengo merecido.
Ellos en estas razones, la infanta a su padre vino:
—Rey y señor, no le mates, mas dámelo por marido.
O si lo quieres matar la muerte será conmigo.

TERCERA VERSIÓN
Romance de Gerineldo
Quien tuviera tal fortuna
Para ganar lo perdido
Como tuvo Gerineldo
Mañanita de domingo

Gerineldo era un buen mozo
Siervo del rey muy querido
Cuando sale del palacio
De hacer allí su servicio

Limpiando paños de seda
Para dar al rey vestido,
Mirándole está la infanta
Desde su alto castillo

Gerineldo, Gerineldo
La mañana de San Juan
Fue a dar agua a su caballo
A la orilla del mar

Mientras su caballo bebe
Su dama le echa un cantar
Las aves que iban volando
Se paraban a escuchar

No bebas agua caballo
No bebas agua del mar
Porque es agua muy salobre
Y podrías reventar

Gerineldo, Gerineldo
Paje del rey más querido
Cuantas damas y doncellas
Quisieran dormir contigo

Como soy vuestro criado
Os quereis burlar conmigo.
No me burlo, Gerineldo
Que de veras te lo digo.
¿A qué hora mi señora?
¿A qué hora y en que sitio?.
A eso de las once y media
Mi padre estará dormido

Ya han dado las once y media
Gerineldo va al castillo
Los zapatos en la mano
Para no ser conocido

Media noche ya es pasada
Gerineldo no ha venido.
¡Oh, mal haya, Gerineldo
quien amor puso contigo.

Abraisme la mi señora,
Abraisme, cuerpo garrido.
¿Quién a mi estancia se atreve?
¿Quién llama así a mi postigo?

No os turbeis, señora mía
Que soy vuestro dulce amigo.
Señora soy Gerineldo
Que vengo a lo prometido.

Tirole escalera de oro
Por ella se había subido.
Tomáralo por la mano
Y en el lecho lo ha metido.

Empezaron a luchar
Los dos a brazo partido
Estando los dos luchando
Los dos cayeron rendidos

Entre juegos y deleites
La noche se les ha ido.
Y allá hacia el amanecer
Los dos se duermen vencidos

Ya se ha despertado el rey,
Pregunta por sus vestidos
Pregunta por Gerineldo
Que es su paje más querido

Tres veces le había llamado
Ninguna le ha respondido
Unos dicen que se ha ido
Y otros que no le han visto

El rey que cayó en sospecha
Al cuarto de su hija ha ido,
Con zapatillas de seda
Para así no ser sentido.

Gerineldo, Gerineldo,
Mi camarero pulido
Si me andas en traición
Tratasme como a enemigo

Encontró escalera puesta
Por ella subió al castillo,
Tomó la espada en la mano
En gran saña va encendido

Fuérase hacia la cama
Donde a Gerineldo vido
Encontró a los dos durmiendo
Como mujer y marido
¿Mataré yo a Gerineldo
a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta
Mi reino será perdido

Pondré mi espada por medio
Que me sirva de testigo
Y saliose hacia el jardín
Sin ser de nadie sentido

Rebullíase la infanta
Tres horas el sol salido
Con el frio de la espada
La dama se ha estremecido

Levántate Gerineldo
Que somos los dos perdidos
Que la espada de mi padre
Entre los dos ha dormido
¿Y adonde iré yo mi señora,
que del rey no sea visto?
Vete por ese jardín
Cogiendo rosas y lirios

Pesares que te vinieren
Yo los partiré contigo
El rey que estaba en acecho
Al encuentro le ha salido
¿Dónde vienes Gerineldo
tan mustio y descolorido?
Vengo del jardín señor
De ver como ha florecido.

La fragancia de una rosa
La color me ha desvaído
De esa rosa que has cortado
Mi espada ha sido testigo

No me niegues Gerineldo
Que con mi hija has dormido.
No lo niego mi señor
Aunque me de gran castigo

Hincó la rodilla en tierra,
Y de esta manera dijo:
Dadme la muerte, buen rey,
Bien lo tengo merecido.

No te mato Gerineldo,
Que te crié desde niño.
Antes que se ponga el sol
Sereis mujer y marido.

No lo permita mi Dios
Ni la Virgen de la Estrella
Que mujer que fue mi ama
Que me case yo con ella

Se ha declarado una guerra
Entre Francia y Portugal
Y llevan a Gerineldo
De capitán general

Los ojos de la condesa
Ya no cesan de llorar
¿Por cuántos meses, mi conde
a la guerra te me vas?

Yo los contaré por años
Que por meses no hay lugar
Si a los siete años no he vuelto
Mi infanta os podeis casar

Pasa uno, pasan dos,
Los siete han pasado ya
Un día puestos a la mesa
Su padre le vino a hablar
¿Por qué no te casas hija?
¿Por qué no te casas ya?
No me caso padre mío
Que el Conde al venir está.
Échame la bendición
Que le quiero ir a buscar
Que la de Dios te acompañe
Y que le llegues a hallar.

Ponte el sombrero de paja
Y lo mejor de tu ajuar
Y en los lugares que cruces
Por él has de preguntar

Se ha vestido de romera
Y le ha salido a buscar
De día por la montaña
De noche por la ciudad

Ya anduvo siete jornadas
Y no halló con quien hablar,
Caminando, caminando,
Se ha encontrado con el mar

Marinero, marinero,
Dime, dime, la verdad
¿de quién es aquel barquito
que ha acabado de llegar?
¿Y de quién ese caballo
que siento yo relinchar?
Son del Conde Gerineldo
Que pronto se va a casar.
“¡Ay, quien le pudiera ver!
¡Ay, quien le pudiera hablar!
Y su boca con la mía
¡Quién la pudiera juntar!

A la salida de un pueblo
Viniendo de vuelta ya,
En lo alto de una loma
Oye a un becerro balar

Se encontró con un vaquero
Chiquito y de poca edad
Pastorcito, pastorcito
Dime, dime la verdad
¿De quien es ese ganado
con tanta cruz y señal?
Es del Conde Gerineldo
Que pronto se va a casar.

Hoy han matado las reses
Mañana cuecen el pan
Para que al día siguiente
Se pueda el Conde casar

Te daré un doblón de oro
Si me llevas donde está.
No puedo partir señora
Que el ganado se me va.

Tengo cien vacas paridas
Y cien becerrillos más,
Las vacas están pariendo
Y no las puedo dejar.

Si el ganado se te fuere
Yo te lo sabré buscar,
Y si al fin no apareciere,
Yo te lo sabré pagar.

Le ha dado una onza de oro
Y la ha llevado al portal.
Enseguida la Condesa
Se puso al Conde a llamar.
“Dame Conde una limosna,
que bien me la puedes dar”
una doncella bajaba
bajaba un triste real.
¡Qué poca limosna es ésta!,
¡Qué poca limosna dan!,
para ser de un caballero
como el que vengo a buscar.

Le bajaron una joya
Y un precioso delantal
Pero ella no quiere nada.
Sólo quiere al Conde hablar.

Baja, baja, Conde mío
Si me quieres escuchar
Que vengo desde muy lejos
Pidiendo un trozo de pan.

Si de tan lejos vienes,
Tendrás mucho que contar.
“La pobre de tu Condesa
nunca para de llorar”

¡Ay, quién la pudiera ver!
¡Ay, quién la pudiera hablar!.
“¿En qué la conocerías
o en qué la conocerás?”

“En el rostro de su cara
tiene un bonito lunar”
“El rostro se me ha caido,
pero el lunar aquí está”
No me mires a la boca,
Que te solía besar,
Ni me mires a los brazos
Con que te solía abrazar.

No me mires a las manos
Que te solían dar pan,
Ni me mires este anillo
Que te ha costado un caudal.

Señora sois el demonio
Que me venís a tentar
No soy el demonio, Conde
Soy tu esposa natural

Y la mujer que tu tengas
De criada se vendrá
Y el gasto que tengas hecho
A los pobres servirá.
El Conde lleno de gozo
Se echó de pronto a llorar.
Esta es mi primer mujer
Con ella siempre he de estar.